Cuento

Les presento el mejor cuento que he escuchado en los últimos tiempos. Cuentistas tenemos, por desgracia, demasiados y muy cerca, pero los autores de éste son capaces de hacernos reír. No sé qué es mejor: si el guión o la interpretación de los actores:

Cuento para Ulises

Extraído del programa de RNE «No es un día cualquiera» de Pepa Fernández, en su emisión del día 31 de enero de 2009.

4 Comments

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  2. Este artículo, está escrito por la persona más humilde y cariñosa que he conocido en mi vida, tierno,amigos de sus amigos y con una sonrisa clara y límpia,se trata de Felipe Benítez Reyes.
    Observo, que aquí en esta Bitácora, hay algún que otro personaje parecido al patoso que él describe.

    Vas por la calle y te ves venir de frente a un patoso oficial, a uno de esos que se empeñan en tener un tipo de carácter que les ha negado la naturaleza, porque en todo patoso hay un rebelde: se resiste a ser como es. “Mala suerte”, musitas cuando te das cuenta de que el gracioso de impostura te ha visto, porque suelen tener ellos vista de águila, sin duda por pasarse la vida buscando presas.
    El patoso, según es inherente a su condición, te para con el fin de hacerte partícipe de una de sus gracias sin gracia. Te resignas e intentas exhibir una sonrisa postiza y cortés, algo que se parece de manera remota a una sonrisa, porque –nadie sabe por qué razón, quizá por un resorte de caridad- a los patosos les obsequiamos una sonrisa prematura: procuramos reírnos de antemano de la sosería que van a formularnos como si fuese el chiste del siglo.

    Entonces, el patoso te suelta su gracia sin gracia alguna, y tu sonrisa postiza se transforma en un rictus angustiado, porque lo que el patoso acaba de decirte tiene tan poca gracia, que sería capaz de derretir la sonrisa pintada en la cara de un payaso y transformarla en una mueca de dolor de muelas. Pero aguantas el tipo y restableces la sonrisa falsa, esa sonrisa ilusoria que se parece a una sonrisa en la misma medida en que un aguacate abierto se parece a una rana verde. Si alguien te viese hablar en ese instante con el patoso, pensaría, a juzgar por tu expresión, que el patoso está contándote cómo se sacaban las muelas en el siglo XIII.

    .¿Durante cuánto tiempo puede uno mantener una sonrisa falsa? Más bien poco, ¿verdad? Pero el patoso no tarda en liberarte, no por prudencia, no, sino por filantropía: él se debe a su público, que es la humanidad. Él tiene que repartir su gracia sin gracia de un modo equitativo, a cuanta más gente mejor, y no puede caer en el favoritismo. “Adiós”, te dice el patoso, y no es raro que adorne esa despedida con alguna coletilla que él considera desternillante. “Uf”, suspiras, y el patoso sigue su camino, malentendiéndose con su carácter, repartiendo la alegría a su peculiar manera. Esa alegría suya que tanto se parece a una patada en plena boca con un zapatón blando de payaso.

  3. No es igual un «enterao» que un «pesao».
    El enterao, sabe de to. Tipo tertuliano y bloguero aburrio.
    Y, el «pesao» es un «jartible», sin gracia pero creyéndose que la tiene.
    Los dos son pa echarlo…por coñazo.
    Lo peor de todo,es que se transmite de padres a hijos, vamos, que es genético.
    Se puede tener suerte y que se den estas dos características en un solo personaje y entonces…aparecen los Rajoy, los Anzar y algunos más.
    Saludos.

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